CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO
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Víctimas y odio

Por Rosa María Rodríguez Magda

COMENTARIO PREVIO DE

Osvaldo Buscaya

05 DE ENERO 2024

1) {No podemos caer en falsarias añagazas morales. Ceder al chantaje emocional es pusilánime, pero ceder al chantaje de un colectivo no debería ser moneda aceptada políticamente. Hoy el odio, sibilino o explícito, ahonda la fractura social, un fluido corrosivo, una silenciosa metástasis impregna la sociedad, nos enfrenta, y hasta la democracia misma es utilizada por algunos como botín o como rehén.}

Pues, la regresión permanente de la transexual ecuménica perversa civilización patriarcal sería la representación de aquellas imágenes sensibles que descompone el “material “de las que nació con anterioridad. Las diversas “modalidades” de adaptación del transexual ecuménico perverso patriarcado en el transcurso de la historia; animismo, religión y científica serían modificaciones que las hacen más o menos transitables o intransitables para el curso de su irresoluble perversión y ambigüedad sexual, que caracteriza las fases edípicas del varón. “Disimula” el varón su temor a ser castrado con las argumentaciones, dogmas y “explicaciones” filosóficas que conforman el sendero libre para el ejercicio regresivo que le permite ocupar el nivel significativo de ser la Ley. Esta regresión es una de las más importantes peculiaridades psicológicas del “proceso” de la “civilización” transexual ecuménica perversa patriarcal, que corresponde dentro de su aparato psíquico, desde cualquier acto complejo de representaciones culturales a través de milenios al material bruto de las huellas mnémicas, que reaviva constantemente las imágenes de percepción en las que se halla basado. La “elaboración” de la transexual ecuménica perversa civilización patriarcal llevada a cabo en milenios, es una transmutación de todos los valores psíquicos edípicos despojándolos de su intensidad transfiriendo sus representaciones a otras innumerables. Considerar la “cambiante” conducta y carácter transexual ecuménica perversa patriarcal, constituiría un reconocimiento en dirección progresiva a sucesivas alucinaciones; esto es, son “ideas” transformadas en imágenes que corresponden, efectivamente, a regresiones: ideas “originales” de la castración en imagen de la mujer castrada, repudiada y despreciada en su reconocimiento genocida, abuso sexual, pedofilia, femicidio. Suprimir la castración, sería suprimir las “castradas”. Deseo del varón que se potenciaría en cada percepción de la mujer. La “reaparición” de la percepción, de la castrada, es la realización del deseo de superioridad masculino. Carga psíquica completa de la percepción; estado primitivo del aparato psíquico en el que éste sendero sea recorrido de tal forma que el deseo, mencionado, culmine en una “alucinación”. La satisfacción del perverso irresoluble y ambiguo sexual, no se verifica y la necesidad perdura haciendo equivalente constantemente la carga interior a exterior como una psicosis alucinatoria, que agota su función psíquica en la “conservación” del objeto deseado como castrado. El acto de pensar del transexual ecuménico perverso varón, no sería otra cosa que la sustitución del deseo alucinatorio de su fálica superioridad. Resulta pues, perfectamente “lógico” esta modificación del proceso psíquico “acostumbrado” en la transexual ecuménica perversa civilización patriarcal, durante milenios, que hace posible la “vitalidad” en una dirección ideológica de la moral, ética y valores que impone la irresoluble perversión y ambigüedad sexual del varón.

Un penoso conflicto que la mujer padecería sería; ¿Cómo admitir que el patriarcado es el padre, el hermano, el compañero, el dirigente, el ecuménico, etc., y que en esta regla no habría excepción?

Señalo en mi Ciencia de lo femenino (Femeninologia) cuanto tenemos que aprender, sobre la estructura de la relación de la mujer con la verdad como causa, en la imposición del transexual ecuménico genocida perverso patriarcado incluso en las primeras decisiones de la simiesca horda primitiva.

Experimentamos así la impresión de que la civilización es algo impuesto a una mayoría contraria a ella por una minoría que supo apoderarse de los medios de poder y coerción.” (Freud)

Vivir, es una burlesca simiesca parodia siniestra idiota.

El mundo es idiota, me aburre en todos sus niveles; Sin excepción; ¡¡¡Siendo un error olvidarlo!!!

El sentido y la verdad del feminismo, es la derrota del varón; perverso irresoluble y ambiguo sexual

Un travesti no es una mujer

Lo femenino es el único y absoluto camino

Buenos Aires

Argentina

4 de diciembre de 2024

Osvaldo V. Buscaya (OBya)

Psicoanalítico (Freud)

*Femeninologia

*Ciencia de lo femenino

Víctimas y odio

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Rosa María Rodríguez Magda

Filósofa y escritorA

victimas de odio


El odio ha existido siempre, solo cambia sus formas, adapta sus maneras, destila hiel sofisticada o se muestra violentamente.


Las guerras de Israel y Gaza, y Rusia y Ucrania manifiestan hoy su rostro más mortífero.


En las sociedades avanzadas, hasta ahora, se prefería la palmadita en la espalda, sí, justo donde se había hundido el puñal traicionero, pero sin acritud, con un cinismo asumido, un odio civilizado. No obstante, parece que ese educado estilo ha llegado a su fin.


Las redes arden con improperios. Esa molécula comunicativa que llamamos tuit o x es una ruda arma digital de destrucción, entre el aforismo y la bofetada, y construye una aritmética expansiva con el mínimo común múltiplo de sentido y el máximo común divisor de enfrentamiento.


Lobbies legatarios de no se sabe qué supuestas agresiones se convierten en lobos depredadores, denuncian, atacan, cancelan, y con el estandarte de la moral despierta hunden sus garras en quienes osaron contravenir sus dogmas. Hoy el mayor peligro es el odiador travestido de víctima.


La víctima es el héroe de nuestro tiempo”, afirma Daniele Giglioli. A la víctima se le otorga un seguro de inocencia, su testimonio debe ser aclamado sin crítica, como si su dolor -cuando lo hay- le otorgara clarividencia intelectual, y criterio ético. Pero incluso si el dolor existe, es intransitivo, no garantiza la intelección certera, ni valores morales, más allá del propio sufrimiento. En esta época donde la razón se torna sospechosa y la emotividad se amplifica, se pretende que la comprensión implique suscribir las opiniones de quien se declara oprimido. Porque, dado que ser víctima se cotiza, existe un mercado negro de la victimización. Se reclama el ser víctima por pertenencia a un colectivo oprimido, aunque el sujeto no lo sea, incluso por simpatía hacia ese colectivo, por herencia de quien sí lo fue, por usufructo de “victimidad”, incluso como albacea autoelegido. ¿Cuándo la memoria comienza a ser expolio de un sufrimiento no sufrido, usurpación del sufrimiento de los muertos? No se es víctima por subcontrato. A un cineasta judío ya no le corresponde recibir la compasión por los judíos muertos en los campos de concentración, ni hereda su dolor como un atributo personal, como tampoco hereda el nieto de un guerrillero su lucha esforzada, o la trans famosa la miseria del travesti que se prostituye. No digo que no se pueda ser especialmente solidario y consciente por cercanía y pertenencia, sino que las víctimas ya no son ellos, y mucho menos quienes apelan a la empatía como indolora manera de estar en el lado correcto de la historia.


Se reclama el ser víctima por pertenencia a un colectivo oprimido, aunque el sujeto no lo sea, incluso por simpatía hacia ese colectivo, por herencia de quien sí lo fue, por usufructo de “victimidad”


Esta proliferación de víctimas honorarias, robustecidas culturalmente por su alta cotización ética y social, es también el origen de acciones de resentimiento usufructuario revestido de justicia social. Ello da lugar a dos mecanismos contradictorios. Cuando a alguien se le adjudica el lugar de la víctima se convierte ipso facto en inocente; no obstante, si otro lo cuestiona -o impugna la corriente dominante de a quién se le considera víctima-, se transforma en culpable, en verdugo. Para el primero se arbitran medidas de atención, mientras que al segundo se le persigue, se le multa o se le cancela. Lo vimos en la contradicción existente entre las dos últimas leyes que propugnó Unidas Podemos antes de su debacle. La razón sustantiva de por qué la ley del sólo sí es sí excarceló violadores, no era la ausencia de una disposición transitoria, sino una ideología antipunitivista que considera al violador, en cierta medida, una víctima de condicionamientos sociales, que no modificará su actitud por penas más duras, sino por una reeducación más efectiva. Esta misma visión no punitivista es la que en una posible ley contra la trata lleva a diversos partidos a no aceptar que se multe a los consumidores de prostitución. Y sin embargo, paradójicamente, en un alarde de punitivismo se acusa de delito de odio a quienes disientan de los arbitrarios estatutos de víctimas otorgados, y, así, en la ley trans se estipulan penas de multa a profesionales que no compartan las terapias afirmativas en menores. Y dado que son mujeres las que mayoritariamente se han opuesto a las leyes trans, y son mujeres las violadas, el resultado es que en ambas leyes, presentadas pretendidamente como feministas, y en la inacción prostitucional, son mujeres las perjudicadas por las concepciones antipunitivistas hacia los violadores y puteros y las perjudicadas por las visiones punitivistas ante lo que se puede considerar delito de odio y no simple libertad de expresión. Esto último lo hemos podido comprobar con la campaña en contra de la recientemente nombrada directora del Instituto de la mujer, Isabel García. Parece que opiniones suyas emitidas en la valoración previa de la citada ley trans han molestado a quienes se oponen a ellas, lo que ha bastado para igualar la disensión a ataque de odio, convertirla en tránsfoba, en un ser poco menos que despreciable, y desde un supuesto estatuto de víctimas reclamar su cabeza. Así, las pretendidas víctimas ofendidas presentan su odio como justa reclamación, la disensión del acusado se entiende como odio, y una claque compungida, entre la que no faltan los políticos “empáticos” claman porque se cumpla la sentencia. Todo en una profusa emocionalidad que abandonó hace mucho el ecuánime uso de la razón. ¿Es necesario recordar que disentir no es odiar?


No podemos caer en falsarias añagazas morales. Ceder al chantaje emocional es pusilánime, pero ceder al chantaje de un colectivo no debería ser moneda aceptada políticamente. Hoy el odio, sibilino o explícito, ahonda la fractura social, un fluido corrosivo, una silenciosa metástasis impregna la sociedad, nos enfrenta, y hasta la democracia misma es utilizada por algunos como botín o como rehén.


Ceder al chantaje emocional es pusilánime, pero ceder al chantaje de un colectivo no debería ser moneda aceptada políticamente.


Desde los conflictos bélicos, los usos digitales, hasta las acciones legislativas asistimos a un blanqueo del odio, a una entronización de la víctima, que ciega a veces el recto juicio y pone en marcha inaceptables dispositivos dictatoriales de censura o falsas solidaridades justicieras. Urge una reflexión sobre cómo en esta sociedad se conceptúa el odio, se adjudica la culpa y se promueve el castigo o el resarcimiento.